La fauna animal es realmente enternecedora. Conmueve ver determinados comportamientos de los que los seres humanos tendríamos mucho que aprender debido a su elevado altruismo, sin embargo también tiene su faceta más salvaje, así como en ocasiones macabra. Es el caso de la avispa esmeralda.
Dicho insecto perteneciente al orden Hymenoptera, y llegado el momento de la puesta busca un lugar idóneo para acomodar a su futura prole. Para ello elige un huésped, que no es otro que la cucaracha americana, la cual es ostensiblemente mayor que la avispa esmeralda, cosa que no intimida a ésta, puesto que una vez que la localiza revolotea alrededor suyo hasta que decide atacarla. Para ello clava su aguijón en el abdomen inyectándola una primera dosis de veneno, quedando el par de patas delantero de la cucaracha paralizado e impidiéndola de esta manera huir. A continuación y sin solución de continuidad la avispa da un segundo golpe de gracia todavía más letal al hincarla nuevamente su aguijón, pero en esta ocasión lo hace directamente en el cerebro, de tal guisa que a los pocos segundos, una vez que ha hecho efecto el veneno, la cucaracha se convierte en una especie de zombi, quedando a merced de su verdugo, quien vuelve a dar una nueva estocada en el abdomen de su dócil víctima y, sorteando su exoesqueleto, inserta en las partes blandas del maltrecho blatodeo un huevo que lleva en su interior. Acto seguido, para reponerse del esfuerzo y con su contrincante sin voluntad alguna para huir o defenderse, le arranca las antenas succionando de los muñones seccionados tanta sangre como puede para obtener nutrientes al tiempo que para comprobar la dosis de veneno inyectada, ya que la quiere viva.
Después de un breve descanso, arrastra a su víctima hasta un escondite que considera apropiado para por último taparlo minuciosamente con aquellos elementos que encuentra por la zona. Dicho trabajo puede llevarle en ocasiones más de una hora, y acabado éste abandona la guarida henchida de felicidad y con la satisfacción del deber cumplido. A partir de ahí se puede decir que termina su trabajo y comienza el de su cría, la cual pasados unos cinco días de periodo larvario empieza a alimentarse de su anfitrión, primero devorando las partes blandas y las zonas no vitales, engordando la pupa a cada instante, para después centrarse en los órganos vitales degustándolos con verdadera ambrosía. Este tormento dura para la cucaracha del orden de unos diez días hasta que finalmente fallece. Llegado este momento, y una vez que la cucaracha está totalmente hueca, una avispa perfectamente reconocible sale al exterior rasgando el cadáver de su víctima para a continuación abandonar la guarida y prepararse para la vida adulta, donde de forma instintiva imitará la conducta de su progenitora.
Espeluznante comportamiento el de la avispa esmeralda, y aunque bien es cierto que las cucarachas en general nos resultan nauseabundas, no sé yo si se merecen un final tan triste. ¡Juzgad vosotros!
